Cómo
educar nuestro oído para tocar el saxofón
2
May, 2016 en Blog por Luis Eduardo López
Para
cualquier instrumentista, el sonido, tiene o debe de ser su mayor
“preocupación”. Gozar de un buen sonido requiere trabajar muchos factores, pero
sin duda, la cualidad de tocar bien afinado, es el más importante.
Podríamos
definir afinación, dentro de nuestra cultura occidental, de mil maneras o con
algún otro sinónimo: igualar, equiparar registros… Nosotros nos podemos quedar
con la definición que más se ajuste al acto de tocar lo más afínmente al
sistema de afinación y temperamento más aceptado en nuestra música, es decir, a
440hz el La4, o a 442hz, atendiendo a la tradición española.
Nuestra
“forma de afinar” navega entre dos sistemas de afinación: el Temperamento igual
y el armónico. Entre los dos hay leves diferencias entre los intervalos justos,
y se hacen un poco más grandes entre los demás. Entre el estudio de los dos
mezclados versaremos nuestro trabajo.
El
acto de tocar bien o mal afinado siempre va ligado a nuestro trabajo con el
oído interno. Si nuestro oído sabe cómo deben sonar las notas bien afinadas,
nuestro cerebro se pondrá a trabajar en base a una referencia interna que es
nuestro oído y mandará a nuestro cuerpo señales. Esas señales que manda nuestro
cerebro a nuestros músculos, dedos, etc. harán que se posibilite en una buena
transmisión sonora. Esa flexibilidad, que se consigue con el entrenamiento,
será una de las piezas claves en la consecución de nuestro objetivo.
Uno
de los errores, a mi juicio, que se comete al estudiar afinación cuando eres
estudiante (o no), es versar principalmente el trabajo de la afinación sobre
una máquina llamada afinador. El trabajo con el afinador debe de ser un trabajo
que nos sirva como guía, entre otras cosas, para tener una idea de cómo esta
nuestro instrumento, como máquina, de mal/bien afinado. Esa información que nos
da el afinador debe servirnos para tener una referencia general y ponernos
alerta con las distintas notas de nuestro instrumento. Pero es solo un
“avisador”, un abre oídos. O acaso cuando vemos las lucecitas del aparato (el
afinador que nos dice que estamos altos o bajos) no modificamos nuestra
embocadura, garganta, o dedos sin tan siquiera escucharnos… pensad sobre ello.
Estas
referencias visuales que nos marca el afinador, o nuestro profesor que nos dice
si estamos altos o bajos, no sirven si no tenemos un oído interno que sirva de
motor para nuestra capacidad de afinar. Nuestro oído interno, es esa capacidad
alojada en nuestro cerebro que nos dice cómo debe sonar la nota. Y no solamente
nos dice cómo debe sonar esa nota en referencia a las demás que suenan a la vez
(afinación armónica), también las que suenan melódicamente (afinación
melódica).
oido
¿Cómo
podemos educar nuestro oído?
Esta
fórmula mágica no existe, y dependiendo de las capacidades innatas de cada
individuo, necesitaremos trabajar más en unas que en otras.
Antes
de entrar en cómo lo haría yo, debo de tener unas palabras y hablar de la
máquina. A partir de ahora hablaremos de cómo entrenarnos para conseguir el
objetivo, pero para tocar un instrumento nos hace falta el mismo. Y por eso he
de aconsejar, y más cuando empezamos a estudiar de pequeñitos, que lo más
idóneo es tener un buen instrumento. Y con buen instrumento no quiero decir de
los más caros, pero sí uno de los que nos permitan avanzar en esa dicha, es
decir, desechando los más baratos de marcas extrañas que nos ofrece el mercado.
Acostumbrarse a escucharse mal sonido y desafinado puede hacer que luego nos
cueste muchísimo trabajo desaprender lo aprendido.
Para
trabajar la afinación con el saxofón, podemos imponernos dos objetivos
prioritarios:
Afinación
melódica.
Afinación
armónica.
En la
primera, estudiaremos cada nota independiente, como si no nos rodeara nada más
que nuestra idea de esa nota. En la segunda, añadimos al punto anterior que el
trabajo debe ir enfocado a la ocupación armónica de la nota que estamos
estudiando, ver su jerarquía y significado. Por lo tanto, ahondaremos en esa
flexibilidad auditiva que nos hace falta como intérpretes musicales.
Estos
dos objetivos sumados harán la consecución de otro objetivo adyacente que es la
igualación del instrumento entre los registros.
Para
conseguir estos objetivos, podemos dividir el trabajo en dos partes
principales: trabajo sin el instrumento y/o trabajo con el instrumento. No
sabría qué porcentaje de nuestro trabajo debe de tener cada parte, pero creo
que tendría que estar cerca del 60% sin el instrumento y del 40% con el
instrumento.
El
trabajo sin el instrumento justificaría ese momento en nuestras vidas en el que
estudiamos Lenguaje Musical. Solfeo, dictados o coro fueron esas materias que
cuando éramos estudiantes tan poco nos gustaban pero que, sin duda, tan
importantes han sido y lo siguen siendo. Por eso invito a que el trabajo de
cantar (solo y acompañado), escuchar música, etc. sea un hábito que nos
acompañe como rutina toda nuestra carrera musical. Esto nos ayudará a
externalizar nuestro oído interno. Aquí uno de los pilares del éxito sin duda.
El
trabajo con el instrumento podría dividirlo a su vez en dos partes: Trabajo
específico y grabación-escucha de los ejercicios. Dentro del trabajo específico
propongo varios ejercicios a trabajar en dúo que publicaré en mi web. Ya sea
con la ayuda de un piano acústico o eléctrico, o con la ayuda de otro
instrumentista (profesor, grabación, compañero…) estos ejercicios deben hacerse
con detenimiento y detalle. Se debe escuchar y degustar cada nota y no pasar a
la siguiente hasta escucharlas “correctamente” afinadas. Hay que sentir e
interiorizar los llamados “gua-guas” o “batidos”, que son la percepción física
de las ondas. Cuanto menos “guaguas” o más grandes y dilatados los escuchemos
más afinaremos estaremos. No escucharlos, en intervalos justos y unísono, es
nuestro propósito. Por el contrario, la desafinación produce muchos y muy
rápidos. Como presentamos anteriormente, trabajaremos sobre dos sistemas de
afinación. Aconsejo trabajar primero los intervalos justos (unísono, cuartas,
quintas y octavas), para adiestrarnos en esto de escuchar los batidos y saber
modificar nuestra afinación y de dotarnos de esa tan importante flexibilidad.
En los intervalos justos dejaremos que se anulen esos batidos. Cuando
trabajemos los intervalos mayores o menores tendremos que tener siempre una
percepción armónica de la afinación. Para ello, a grandes rasgos, propongo
hacer más bajos de afinación los intervalos mayores y un poco más grandes los
menores, por eso de compensar esa diferencia que surge entre la partición de la
octava en doce semitonos. Estos ejercicios de afinación siempre será muy
aconsejable trabajarlos con alguien que nos guíe, pero grabar y escuchar
nuestro entrenamiento técnico nos ayudará a corregir aspectos que en el momento
no apreciamos. Haced la prueba de tocar una obra para saxofón solo, por
ejemplo, y escuchar la grabación posteriormente. Tu oído analítico va a empezar
a escuchar esa afinación melódica de otra manera.
En
resumen, podemos afirmar que el trabajo de tocar afinado es una capacidad que
tenemos que desarrollar a lo largo de nuestra vida. Esa capacidad requiere un
entrenamiento persistente y diario y no solo en materia instrumental. El canto
será la clave.
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