La musicoterapia en las adicciones
Notas sanadoras de cuerpo y alma
[...] “La música no expresa nunca el fenómeno, sino únicamente la esencia íntima, el “en si” de todo fenómeno; en una palabra, la voluntad misma. Lo que hay de íntimo e inexpresable en toda música, lo que nos da la visión rápida y pasajera de un paraíso a la vez familiar e inaccesible, que comprendemos y no obstante no podríamos explicar, es que presta a las profundas y sordas agitaciones de nuestro ser, fuera de toda realidad y, por consiguiente, sin sufrimiento. [...] Existen en la música dos tonalidades generales correspondientes, mayor y menor, el sostenido y el bemol, y casi siempre está en la una o en la otra. Pero, en verdad ¿No es extraño que haya un signo para expresar el dolor, sin ser doloroso físicamente, ni siquiera por convicción y, sin embargo, tan expresivo que nadie puede equivocarse: el bemol? Por eso puede medirse hasta qué profundidad penetra la música en la naturaleza íntima del hombre y de las cosas. [...] Arthur Schopenhauer – El amor, las mujeres y la muerte.
Si es cierto que la música es capaz de inmiscuirse en el rincón más profundo del alma de un ser humano, no es de extrañar que ya desde hace siglos se planteara como herramienta terapéutica. Porque la música es mucho más que una sucesión de notas, la música toca el sentimiento escondido, inspira al escribir, elude un momento concreto en el que una canción sonaba de fondo, aborrece o apasiona, pero la música siempre tiene un efecto. Aprender a canalizar ese efecto sea escuchando o creando música con instrumentos y orientarla a fines terapéuticos, puede que ayude a conectar con uno mismo de un modo que pocas veces sucede.
Ya hace unos cuantos miles de años, los propios egipcios emulaban que la música podía producir un encantamiento que mejorara la fertilidad femenina. Y en esta misma cultura, el Dios Thot creó el mundo a través de su canto. Aunque posiblemente lo que más se asemeje a la musicoterapia que hoy se conoce, sea el uso que los griegos hacían de la misma, pues la utilizaban para prevenir enfermedades físicas y mentales. Pero el verdadero precursor de la musicoterapia, tal y como la conocemos en la actualidad, fue Emile Jacques Dalcroze en 1900-1950, quién sostenía que el organismo humano es susceptible de ser educado conforme al impulso de la música.
De este modo en 1950 se creaba la primera Asociación Nacional de Terapia Musical en Estados Unidos, donde empezó a aplicarse en los hospitales para veteranos durante la Primera Guerra Mundial. Y eso fue la verdadera semilla de lo que hoy se conoce como Musicoterapia.
La Musicoterapia según la American Music Therapy Association (AMTA) se trata del “uso clínico y basado en la evidencia de la música, en una intervención para lograr resultados individualizados dentro de una relación terapéutica, por un profesional acreditado que ha realizado y concluido un programa de Musicoterapia”.
La utilidad va mucho más allá de la definición tipo diccionario: “La eficacia para nosotras consiste en momentos de creación y cambio. En nuestra práctica musicoterapéutica consideramos al sujeto como punto de entrecruzamiento de discursos. […] Los discursos pueden ser construidos desde cualquier lenguaje, ya sea, verbal o no verbal. Y es a partir de ellos que creamos mapas del fenómeno, pensamos estrategias posibles e intervenimos en el territorio donde la interacción entre musicoterapeuta y paciente abra un momento de eficacia simbólica”, argumenta María Victoria Vivas en su tesis doctoral sobre ‘Musicoterapia y adicciones’ publicada en el 2003. Y añade citando a María Verónica Garnier por su ‘Proyecto de Musicoterapia para el Servicio de Salud Mental del Hospital Provincial de Rosario’: “Es aquí donde se puede concebir el acto creador como aparición de algo que hasta ese momento no se había oído, pensado, evocado…resignificando lo vivenciado para evitar así la recaída en la estereotipia y su devenir en un empobrecimiento de la personalidad”.
La musicoterapia es el uso clínico y basado en evidencia de la música
El poder de la música dirigida por un terapeuta puede contribuir, por ejemplo, a conocer la comunicación existente en una familia. La cohesión creadora a través de instrumentos, da pistas al musicoterapeuta de la interacción familiar, de modo que se pueda trabajar mejor ese problema. Algo muy presente en las familias que presentan uno o varios miembros con consumos de sustancias o trastornos adictivos. “La música tiene tal poder que incluso se ha visto que en personas con serios daños cerebrales y que han perdido por completo la capacidad del habla, pueden sin embargo,cantar la letra de una canción de principio a fin”, dice Mamen Vercet, musicoterapeuta, quien usa esta frase en la introducción de su taller práctico en una asociación de alcohólicos rehabilitados en la ciudad de Alcoi.
La consecución de notas improvisadas ayuda también a nivel individual, no solo grupal. Al igual que cuando se escribe se evoca aquello que se siente o se piensa, el dibujo o en este caso la música tienen los mismos efectos, como cualquier actividad artística. Puede sacar un miedo que produce ansiedad, un sentimiento que se convierte en tristeza o una sonrisa escondida tras un mar de frustrados sentimientos que no se saben gestionar.
EN ADICCIONES
La adicción es un problema grave de salud que influye en tres vertientes básicas: la psicológica, la biológica y la social. El proceso terapéutico de la musicoterapia irá dirigido a este objetivo, es decir, la creación y modificación de espacios y otros vínculos que tengan que ver con la búsqueda de la salud en sus tres vertientes. Y estos cambios se trabajan a través del movimiento de la voz, del cuerpo o de la generación de sonidos a través de instrumentos o de la combinación de varios de ellos o también a través de la escucha de piezas musicales.
Las emociones juegan aquí un papel fundamental. El trastorno adictivo, sobretodo en el caso del consumo de sustancias van a producir una distorsión y alteración de las emociones. La terapia musical va a ser capaz de leer esos estados corporales como discursos, como una forma de expresión no verbal y con el tiempo ir transformándolos hacia un mayor conocimiento de uno mismo y de los propios límites. Trabajando musicalmente el cuerpo y el alma mejorará la enfermedad biopsicosocial: “Es en los dos campos, el preventivo y rehabilitador en donde los profesionales musicoterapeutas pueden ayudar mejor a este colectivo. Ya que la música, y sus elementos: melodía, armonía y ritmo, así como todo lo corporo-sonoro no verbal, y su utilización por un musicoterapeuta cualificado, es capaz de ayudar al individuo a evitar los efectos negativos de la vida en cualquier situación personal o actividad humana”, afirma Romero.
Jorge Cavia, musicoterapeuta en la Fundación Hugo Pomar y que ha trabajado en el Programa de Integración del Drogodependiente, prisiones y Atención a Madres y Padres de Drogodependientes de la Asociación ACLAD, explica que el uso que se le da a la musicoterapia en adicciones es similar al que se le da en otras enfermedades: “Tiene la capacidad de contener, de conseguir relajación y con eso podemos trabajar con la ansiedad y con la relajación muscular porque suele haber mucha tensión corporal en este caso en concreto” y añade: “se trata de expresar sentimientos y darle más importancia a la parte emocional que a la intelectual. Muchas veces sabes que los sentimientos están ahí escondidos y sabes que en ellos está la clave”.
Está demostrado que la música clásica es una de las mayores generadoras de imágenes. Cavia trabaja mucho en una rama de la musicoterapia llamada GIM. Consiste en trabajar con música clásica en estado no ordinario de conciencia en una sesión individual en la que se hace “un viaje interior”. Cavia defiende la necesidad de conectar con el subconsciente: “Sería trabajar con la música ya sea improvisándola o recibiéndola, por ejemplo poniendo música clásica y viendo las imágenes que te van viniendo. Esta es una forma de conectar con la parte subconsciente para ver qué hay ahí. Es una parte misteriosa e incomprensible y lo que hacemos es traerla para ver cómo ese subconsciente está presente en nuestra vida y aprender a comprender algo mejor”.
Este trabajo no se puede realizar con una única sesión. “La Musicoterapia es un proceso. Cada individuo es un universo y se harán las sesiones que sean necesarias. Dependerá de la persona y del tipo de problema que se vaya a tratar”, explica la coordinadora del máster de la UCV. Y en este proceso de rehabilitación encontramos en la música una aliada: “Una parte muy bonita de la musicoterapia es que pasándolo bien podemos trabajar cosas profundas”, afirma el musicoterapeuta. En el caso concreto de las adicciones son muchas cosas las que hay que trabajar. “Es un problema muy complejo. Tenemos que trabajar con muchas pérdidas: padres, familia, compañeros, trabajos, etc. Además de la tristeza y el sentimiento de culpa. Lo único que hago es utilizar la música como intermediario de todo esto”, aclara Cavia.
A pesar de los resultados positivos que esta terapia tiene en el tratamiento de enfermedades y en concreto en el de las adicciones, en España aún no está muy extendida, ni tan siquiera reconocida como sí ocurre en otros países. Según Cavia en ocasiones se conoce poco y mal o no se conoce o se piensa que es un juego para pasarlo bien: “No es solo pasar el rato, yo he trabajado con cosas muy serias con la musicoterapia en centros de acogida, con mujeres que sufren maltrato, etc. Estamos trabajando con dificultades y problemas”.
La musicoterapia es o puede ser un apoyo más en el cualquier equipo de terapeutas. Ahora solo falta que las notas se coloquen en un orden adecuado para crear una melodía capaz de hacer entender a la sociedad que esta disciplina puede ayudar a muchas personas.
Notas sanadoras de cuerpo y alma
[...] “La música no expresa nunca el fenómeno, sino únicamente la esencia íntima, el “en si” de todo fenómeno; en una palabra, la voluntad misma. Lo que hay de íntimo e inexpresable en toda música, lo que nos da la visión rápida y pasajera de un paraíso a la vez familiar e inaccesible, que comprendemos y no obstante no podríamos explicar, es que presta a las profundas y sordas agitaciones de nuestro ser, fuera de toda realidad y, por consiguiente, sin sufrimiento. [...] Existen en la música dos tonalidades generales correspondientes, mayor y menor, el sostenido y el bemol, y casi siempre está en la una o en la otra. Pero, en verdad ¿No es extraño que haya un signo para expresar el dolor, sin ser doloroso físicamente, ni siquiera por convicción y, sin embargo, tan expresivo que nadie puede equivocarse: el bemol? Por eso puede medirse hasta qué profundidad penetra la música en la naturaleza íntima del hombre y de las cosas. [...] Arthur Schopenhauer – El amor, las mujeres y la muerte.
Si es cierto que la música es capaz de inmiscuirse en el rincón más profundo del alma de un ser humano, no es de extrañar que ya desde hace siglos se planteara como herramienta terapéutica. Porque la música es mucho más que una sucesión de notas, la música toca el sentimiento escondido, inspira al escribir, elude un momento concreto en el que una canción sonaba de fondo, aborrece o apasiona, pero la música siempre tiene un efecto. Aprender a canalizar ese efecto sea escuchando o creando música con instrumentos y orientarla a fines terapéuticos, puede que ayude a conectar con uno mismo de un modo que pocas veces sucede.
Ya hace unos cuantos miles de años, los propios egipcios emulaban que la música podía producir un encantamiento que mejorara la fertilidad femenina. Y en esta misma cultura, el Dios Thot creó el mundo a través de su canto. Aunque posiblemente lo que más se asemeje a la musicoterapia que hoy se conoce, sea el uso que los griegos hacían de la misma, pues la utilizaban para prevenir enfermedades físicas y mentales. Pero el verdadero precursor de la musicoterapia, tal y como la conocemos en la actualidad, fue Emile Jacques Dalcroze en 1900-1950, quién sostenía que el organismo humano es susceptible de ser educado conforme al impulso de la música.
De este modo en 1950 se creaba la primera Asociación Nacional de Terapia Musical en Estados Unidos, donde empezó a aplicarse en los hospitales para veteranos durante la Primera Guerra Mundial. Y eso fue la verdadera semilla de lo que hoy se conoce como Musicoterapia.
La Musicoterapia según la American Music Therapy Association (AMTA) se trata del “uso clínico y basado en la evidencia de la música, en una intervención para lograr resultados individualizados dentro de una relación terapéutica, por un profesional acreditado que ha realizado y concluido un programa de Musicoterapia”.
La utilidad va mucho más allá de la definición tipo diccionario: “La eficacia para nosotras consiste en momentos de creación y cambio. En nuestra práctica musicoterapéutica consideramos al sujeto como punto de entrecruzamiento de discursos. […] Los discursos pueden ser construidos desde cualquier lenguaje, ya sea, verbal o no verbal. Y es a partir de ellos que creamos mapas del fenómeno, pensamos estrategias posibles e intervenimos en el territorio donde la interacción entre musicoterapeuta y paciente abra un momento de eficacia simbólica”, argumenta María Victoria Vivas en su tesis doctoral sobre ‘Musicoterapia y adicciones’ publicada en el 2003. Y añade citando a María Verónica Garnier por su ‘Proyecto de Musicoterapia para el Servicio de Salud Mental del Hospital Provincial de Rosario’: “Es aquí donde se puede concebir el acto creador como aparición de algo que hasta ese momento no se había oído, pensado, evocado…resignificando lo vivenciado para evitar así la recaída en la estereotipia y su devenir en un empobrecimiento de la personalidad”.
La musicoterapia es el uso clínico y basado en evidencia de la música
El poder de la música dirigida por un terapeuta puede contribuir, por ejemplo, a conocer la comunicación existente en una familia. La cohesión creadora a través de instrumentos, da pistas al musicoterapeuta de la interacción familiar, de modo que se pueda trabajar mejor ese problema. Algo muy presente en las familias que presentan uno o varios miembros con consumos de sustancias o trastornos adictivos. “La música tiene tal poder que incluso se ha visto que en personas con serios daños cerebrales y que han perdido por completo la capacidad del habla, pueden sin embargo,cantar la letra de una canción de principio a fin”, dice Mamen Vercet, musicoterapeuta, quien usa esta frase en la introducción de su taller práctico en una asociación de alcohólicos rehabilitados en la ciudad de Alcoi.
La consecución de notas improvisadas ayuda también a nivel individual, no solo grupal. Al igual que cuando se escribe se evoca aquello que se siente o se piensa, el dibujo o en este caso la música tienen los mismos efectos, como cualquier actividad artística. Puede sacar un miedo que produce ansiedad, un sentimiento que se convierte en tristeza o una sonrisa escondida tras un mar de frustrados sentimientos que no se saben gestionar.
EN ADICCIONES
La adicción es un problema grave de salud que influye en tres vertientes básicas: la psicológica, la biológica y la social. El proceso terapéutico de la musicoterapia irá dirigido a este objetivo, es decir, la creación y modificación de espacios y otros vínculos que tengan que ver con la búsqueda de la salud en sus tres vertientes. Y estos cambios se trabajan a través del movimiento de la voz, del cuerpo o de la generación de sonidos a través de instrumentos o de la combinación de varios de ellos o también a través de la escucha de piezas musicales.
Las emociones juegan aquí un papel fundamental. El trastorno adictivo, sobretodo en el caso del consumo de sustancias van a producir una distorsión y alteración de las emociones. La terapia musical va a ser capaz de leer esos estados corporales como discursos, como una forma de expresión no verbal y con el tiempo ir transformándolos hacia un mayor conocimiento de uno mismo y de los propios límites. Trabajando musicalmente el cuerpo y el alma mejorará la enfermedad biopsicosocial: “Es en los dos campos, el preventivo y rehabilitador en donde los profesionales musicoterapeutas pueden ayudar mejor a este colectivo. Ya que la música, y sus elementos: melodía, armonía y ritmo, así como todo lo corporo-sonoro no verbal, y su utilización por un musicoterapeuta cualificado, es capaz de ayudar al individuo a evitar los efectos negativos de la vida en cualquier situación personal o actividad humana”, afirma Romero.
Jorge Cavia, musicoterapeuta en la Fundación Hugo Pomar y que ha trabajado en el Programa de Integración del Drogodependiente, prisiones y Atención a Madres y Padres de Drogodependientes de la Asociación ACLAD, explica que el uso que se le da a la musicoterapia en adicciones es similar al que se le da en otras enfermedades: “Tiene la capacidad de contener, de conseguir relajación y con eso podemos trabajar con la ansiedad y con la relajación muscular porque suele haber mucha tensión corporal en este caso en concreto” y añade: “se trata de expresar sentimientos y darle más importancia a la parte emocional que a la intelectual. Muchas veces sabes que los sentimientos están ahí escondidos y sabes que en ellos está la clave”.
Está demostrado que la música clásica es una de las mayores generadoras de imágenes. Cavia trabaja mucho en una rama de la musicoterapia llamada GIM. Consiste en trabajar con música clásica en estado no ordinario de conciencia en una sesión individual en la que se hace “un viaje interior”. Cavia defiende la necesidad de conectar con el subconsciente: “Sería trabajar con la música ya sea improvisándola o recibiéndola, por ejemplo poniendo música clásica y viendo las imágenes que te van viniendo. Esta es una forma de conectar con la parte subconsciente para ver qué hay ahí. Es una parte misteriosa e incomprensible y lo que hacemos es traerla para ver cómo ese subconsciente está presente en nuestra vida y aprender a comprender algo mejor”.
Este trabajo no se puede realizar con una única sesión. “La Musicoterapia es un proceso. Cada individuo es un universo y se harán las sesiones que sean necesarias. Dependerá de la persona y del tipo de problema que se vaya a tratar”, explica la coordinadora del máster de la UCV. Y en este proceso de rehabilitación encontramos en la música una aliada: “Una parte muy bonita de la musicoterapia es que pasándolo bien podemos trabajar cosas profundas”, afirma el musicoterapeuta. En el caso concreto de las adicciones son muchas cosas las que hay que trabajar. “Es un problema muy complejo. Tenemos que trabajar con muchas pérdidas: padres, familia, compañeros, trabajos, etc. Además de la tristeza y el sentimiento de culpa. Lo único que hago es utilizar la música como intermediario de todo esto”, aclara Cavia.
A pesar de los resultados positivos que esta terapia tiene en el tratamiento de enfermedades y en concreto en el de las adicciones, en España aún no está muy extendida, ni tan siquiera reconocida como sí ocurre en otros países. Según Cavia en ocasiones se conoce poco y mal o no se conoce o se piensa que es un juego para pasarlo bien: “No es solo pasar el rato, yo he trabajado con cosas muy serias con la musicoterapia en centros de acogida, con mujeres que sufren maltrato, etc. Estamos trabajando con dificultades y problemas”.
La musicoterapia es o puede ser un apoyo más en el cualquier equipo de terapeutas. Ahora solo falta que las notas se coloquen en un orden adecuado para crear una melodía capaz de hacer entender a la sociedad que esta disciplina puede ayudar a muchas personas.
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